Hotel Eurostars Palacio Buena Vista (Toledo) – ***** 5 Cinco Estrellas Experiencia del 29 de febrero – 1 de marzo de 2020

Llegada a Toledo

Qué decir de Toledo. La ciudad de las tres culturas, de las tres religiones, de las espadas y de la cerámica. Capital del reino y del imperio de Carlos I de España y V de Alemania durante 42 años, desde 1519 hasta 1561.

Allí, a sus afueras, a una hora de Madrid y a tan sólo unos minutos de su centro histórico toledano, encontramos el Hotel Eurostars Palacio Buena Vista de Toledo (https://www.eurostarshotels.com/eurostars-palacio-buenavista/habitaciones.html), junto al también afamado Hotel Beatriz. Bien conocido es el magnífico Parador de Toledo, con sus impresionantes vistas de la ciudad, pero que dejaremos para una visita futura en favor de este otro magnífico hotel de lujo perteneciente en origen a ni más ni menos que la cadena hotelera Hilton.

Esta experiencia data de aproximadamente algo más de un año (último día de febrero y primer día de marzo de 2020), cuando ya nos encontrábamos en la antesala de los horribles y fatídicos momentos que nos traería la pandemia del COVID-19. Ya eran muchos los días y semanas que se llevaba informando del coronavirus, por lo que realizamos el viaje con cierto recelo debido a la situación (aún muy feliz por entonces, para lo que estaría por llegar), pero al que no podíamos renunciar por tratarse de un regalo, pero sí que adelantamos unos días, lo cual fue una magnífica decisión.

Así pues, la hora de entrada estaba establecida a las 15:00. Sin ser demasiado madrugadores pues se trata de un fin de semana de relax, decidimos ir directamente al hotel, llegando allí aproximadamente a las 12:00-12:30, con la esperanza de que como suele ser habitual, la posible habitación esté ya disponible.

Placa a la entrada del hotel Eurostars Palacio Buenavista de Toledo con sus cinco estrellas

Vista general del complejo del hotel

Antes de entrar al hotel, recorremos rápidamente unos pequeños jardines en su entrada, donde se puede encontrar una bonita fuente pero sobre todo, una maravillosa panorámica del río Tajo a su paso por la capital manchega.

Vista del hotel desde sus jardines laterales

Fuente en los jardines del complejo del hotel. Al fondo, vista panorámica

Parte de la vista panorámica del río Tajo desde los jardines del hotel

Entrada al hotel

Check-in en el Hotel

Ya en la recepción del hotel, recibidos muy amablemente (incluso con algunas fuentes para servirse una refrescante limonada y acompañarla con algunas chucherías, procedemos al check-in, y como nos podíamos temer, dado que el check-out es a las 12:00, el check-in a las 15:00, y la hora a la que habíamos llegado, la habitación no está lista por lo que debemos esperar.

Igualmente agradable, la chica de la recepción que nos atendió, nos ofreció un plano de la ciudad así como las indicaciones sobre las principales atracciones turísticas, si bien es cierto que no profundizamos demasiado dado que ya conocemos la capital del imperio.

Hall de entrada con algunos folletos de Toledo a la izquierda, y la recepción a la derecha

Otra vista del hall de entrada

No obstante, este pequeño “contratiempo” no nos supone problema alguno, dado que nos dirigimos directos al bello salón para disfrutar un aperitivo antes de la comida, en este ambiente tan agradable y distinguido.

Entrada al gran salón principal del hotel. Precioso

La parte central del gran salón bajo su maravillosa vidriera

Espectacular lámpara bajo la cúpula del salón

Vista de la zona central del gran salón baja la lámpara y la vidriera

Deslumbrados por este espacio, con esa vidriera en la cúpula que inevitablemente siempre recuerda al salón del Hotel The Westin Palace de Madrid (al que dedicaremos una entrada futura a propósito de sus extraordinarios Brunch & Opera), el brillo de sus suelos (¿será mármol?) y su bonito mobiliario barroco, tomamos asiento. Tras una breve espera, una amable chica nos toma nota, y siendo estas horas, ya no nos apetece un café, sino que nos decidimos por un Martini rojo, que vendrá acompañado con unas patatas fritas, pepinillos y cebolletas para confluir en una combinación perfecta. Lástima que se haya perdido la costumbre de disponer de un sifón (el mítico y casi desaparecido Seltz), y aun así, nos supo a gloria. Y lástima no recordar las buenas costumbres de tomar una foto del vermú y su acompañamiento para dejarla aquí debajo.

Pensábamos que la habitación estaría disponible un poco más tarde, pero lo cierto es que la espera se tuvo que alargar más de lo que esperábamos. Así que, viendo que no podíamos acceder a la habitación, pasadas las dos de la tarde, decidimos hacer una visita a los baños que se encuentra en el salón (de una limpieza exquisita) e ir adentrándonos en el salón para comer tranquilamente.

Baños del salón. Impolutos

Baños del salón. Impolutos

La Comida en el Restaurante del Hotel

 Una vez sentados en nuestra mesa del restaurante, recibimos la carta. Pinta más que interesante. Y todo estará debidamente regado por vino y agua.

Carta del restaurante del hotel

El primer plato, constaba de una serie de entrantes a modo de ensaladas y tapas, a escoger a modo de buffet libre y por supuesto, repitiendo tantas veces como se quisiera. La variedad de platos era inmensa, tanto en productos, como en presentación, fríos, calientes, carnes, pescados, verduras, texturas, sabores, e incluso unos maravillosos torreznos (que evidentemente no podían quedar sin ser probados), y migas, y tortilla, y pisto, y… y… y… absolutamente de todo. Es mejor ver las fotos que seguir escribiendo. ¡Pintaza! Sólo añadir que la presentación de las tapas era inmejorable, y en el momento de seleccionarlos en los mostradores del buffet, siempre acudía un amable cocinero a explicarte cada plato. En definitiva, más pareciese el menú degustación de un restaurante con estrella Michelin que simples tapas.

Muestra de algunas de las tapas: salmorejo, pollo crujiente estilo ensalada César, croqueta, queso y jamón del bueno

La magnífica croqueta

Pollo crujiente que recuerda a una ensalada César

Otra tapa que no recuerdo exactamente en lo que consistía, debía ser algún pescado, pero que de igual modo estaba buenísima

Segundo asalto de tapas, torreznos incluidos

Mini-hamburguesa

Gambas y queso feta (creo recordar)

Creo recordar que un pisto coronado con su huevecito con puntilla bien crujientita

Torrenos que no falten, y jamón del bueno, y queso, y también hay que probar la ensaladilla rusa y las migas del pastor

En cuanto al segundo, el plato principal del que nos habían tomado nota al inicio con tal de que estuviera preparado en el momento adecuado, me decanté por los canelones de rabo de toro con bechamel trufada, en favor de algunos otros platos que no me apetecían en ese momento, como la corvina, la presa ibérica o el lomo de vaca, todos ellos a la parrilla.

También he de añadir que la mayor ilusión era poder degustar una perdiz escabechada de los montes de Toledo, pues teníamos referencias de que en este hotel son una auténtica delicia. Por lo que al escuchar la carta de segundos y observar que no estaba presente, sentimos cierta decepción. De hecho, éste sería uno de los motivos que meses más tarde me llevarían al Parador Nacional de Oropesa (Toledo), como recoge nuestra entrada del blog.

Canelones de rabo de toro con bechamel trufada

Desafortunadamente, he de decir que se trató de un mal plato y un error de elección por mi parte. Si bien el plato estaba compuesto fundamentalmente por tres partes, a saber, la propia pasta del canelón, la bechamel trufada y por supuesto el gran reclamo de la carne de rabo de toro, bien pareciera que cada una de las elaboraciones fue realizada por su lado y puesta en común sólo en el momento de emplatar. No existía ninguna armonía ni ligazón. La carne del rabo de toro, presentada en hilachas, parecía reseca y recalentada, y mi decepción fue esta propia presentación, pues jamás lo hubiera imaginado tan desmenuzado. Por su parte, la bechamel, y hablo como amante de esta elaboración, me pareció muy pobre, líquida y sin consistencia ni personalidad, incluso dudo si quizás no fue elaborada con nata. Por último, la base fundamental del plato, la pasta del canelón, dándome mucha pena decirlo, no me queda más remedio que indicar que incluso tenía cierto sabor a jabón. En definitiva, parecía como si los canelones, hechos por su parte, fueron colocados en el plato, rellenados como se pudo por la carne recalentada, y salpicados por encima con un poco de bechamel con muchísimo margen de mejora.

Una mala elección y una decepción que nos llevamos con este segundo plato, más tratándose de un hotel de cinco estrellas.

Lástima no haber escogido quizás la presa ibérica o la corvina, que se entregaban en otras mesas con muy buena pinta.

Terminado el segundo, procedemos a los postres, que vienen acompañados por un rico zumo de naranja natural. Todo un detalle que no suele verse en todas partes. Y el postre en sí, una riquísima tarta de queso acompañada de helado de galleta en su punto de temperatura y buen sabor, rematados con un rico café.

Zumo de naranja natural para encarar el postre

Rica tarta de queso con merengue suizo y helado de galleta perfecto. Espectacular

Un cafelito solo para rematar

La Habitación

Una vez terminada la comida, procedemos a cargar el importe a la habitación, que ahora sí, está disponible. Recogemos la llave en la recepción y en esta primera ocasión subimos por el ascensor, aunque se trata de una sola planta y dan bastantes ganas pisar esas estupendas alfombras que visten los peldaños de la escalera.

Tarjeta de la habitación

Alfombras que visten las escaleras del hotel

Llegamos pues a la habitación, perfectísimamente equipada (escritorio, sillas, sillón, mueble bar, teléfono, armarios, etc.) y bien pulcra. Dispone además de una terraza al exterior con algunas sillas, que bien puede ser un placer en épocas más cálidas, así como un estupendo cuarto de baño.

En definitiva, habitación de diez, sin absolutamente nada que objetar. Es la primera vez que me hospedo en un hotel de cinco estrellas, y probablemente ésta sea la mejor habitación que he tenido lejos de casa.

Habitación del hotel. Desafortunadamente esta foto no es mía (olvidé tomar una general nada más llegar, ¡perdón!), pero mi habitación era exactamente igual, también con la terracita exterior

Detalle del escritorio, lámpara y sillas de la habitación, así como moqueta y decoración en las paredes, cafetera, tazas, etc.

Detalle de la entrada a la habitación

Baño de la habitación una vez que la abandonábamos. ¡Perdón por el desorden!

Terracita exterior muy disfrutable en épocas más cálidas, para sentarse a leer o tomar un café

Vista del edificio desde la terraza de la habitación

Es un buen momento para acomodarse y reposar la comida durante un tiempo, pero que no se alargue demasiado pues aún en estas fechas anochece pronto y queremos disfrutar unas horas de un paseo por el centro de la ciudad.

Así pues, tras un breve descanso, preguntamos en la recepción, y si bien es posible acercarse al centro en el coche y dejarlo en algún parking, para una mayor comodidad, preferimos que nos soliciten un taxi. También es cierto que el propio hotel pone a disposición de los clientes una lanzadera hasta el centro de Toledo con determinado aforo y horarios, pero que no se ajustaba a nuestro momento, de ahí que prefiriésemos la opción del taxi, que además llegó en tan sólo unos minutos que pasaron volando desde que salimos por la puerta del hotel, y apareció allí mismo para recogernos, al igual que algunos otros con más clientes hospedados en el Eurostars Palacio Buenavista.

El trayecto fue muy breve y placentero, vislumbrando en el trayecto el puente de San Martín, la muralla de Toledo o la Puerta de Bisagra, y culminando el trayecto por las calles empinadas de la ciudad hasta llegar a la Plaza Zocodover, desde donde también se atisba el Alcázar. La comodidad y el disfrute del viaje, el desentendernos de cualquier obligación automovilística en ciudad ajena, y ser un trayecto de tan sólo 9-10 euros, hizo que compensara sin duda alguna.

Vista de la Plaza Zocodover con el Arco de la Sangre y el Alcázar de Toledo al fondo, donde ondea la bandera de España

Comienza por lo tanto nuestro paseo, dirigiéndonos primero hacia la catedral, que acabaríamos rodeando entre calles y calles, estrechas y empinadas, que dotan a Toledo de una belleza sin igual, repletas de gente y tiendas de navajas, espadas, productos artesanales, souvenirs y un sinfín de cosas más.

Una de las calles turísticas, estrechas, empinadas y adoquinadas de Toledo, de bajada hacia la catedral

Una de las tantas y tan maravillosas tiendas de armaduras, espadas y navajas

Otra calle típica toledana. En este caso ajena al bullicio y gentío de las calles principales

Ayuntamiento de Toledo en la Plaza del Ayuntamiento, en la que también se encuentra la Catedral Primada de Toledo

Una de las puertas laterales de la Catedral de Toledo

Detalle de una de las puertas laterales de la Catedral de Toledo

Detalle de las esculturas en una de las puertas laterales de la Catedral de Toledo

Fachada principal de la Catedral Primada de Toledo. La torre desafortunadamente en obras y con andamios

Fachada principal de la Catedral de Toledo

Fachada principal de la Catedral Primada de Toledo. La torre desafortunadamente en obras y con andamios. De estilo gótico. Data del siglo XIII

Maravillados por la belleza de la catedral por todos sus costados (¡lástima mi puntería para visitar monumentos siempre en el momento en que están siendo restaurados y en obras!), subimos de vuelta a Zocodover, y atravesando el arco central bajo su reloj (el Arco de la Sangre), exploraremos las calles aledañas al Alcázar de Toledo, que llegaremos a ver en todo su esplendor en una bella estampa una vez iluminado por los focos nocturnos.

La noche acecha las calles toledanas

Arco de la Sangre en la Plaza Zocodover

Vista nocturna del Alcázar de Toledo (palacio del siglo XVI)

Regresando tranquilamente de nuevo hacia el centro neurálgico, Zocodover, decidimos comprar unos churros y unas botellas de agua, que serán casi la cena que realizaremos junto con un café con leche.

Se hace la noche en Zocodover

Así pues, en la misma Zocodover, podemos tomar un taxi de regreso al hotel, que de nuevo nos dejará en la misma puerta, siendo en esta ocasión el importe algo mayor debido seguramente a la disminución del tráfico, unos 7-8 euros.

La Cena en el Salón del Hotel

De vuelta al hotel y a la habitación, con los churros y las botellas de agua, y sabiendo que disponemos de cafetera, café soluble y algo de leche en la habitación, decidimos hacer esta cena en la propia estancia, pues además de que nos apetecían mucho los churritos, tampoco teníamos ganas de algo mucho más abundante y contundente.

En mi caso, además decido bajarme al salón del hotel con mi Kindle, y disfrutar de una buena lectura junto con una ensalada de frutas bien ricas y en su punto ideal de maduración.

Estos momentos de una buena lectura en este ambiente, con una tenue luz y una agradable música de fondo, son los momentos por los que se realiza turismo en este tipo de lugares. Sin duda alguna, un remanso de paz y tranquilidad. Impagable.

Ensalada de frutas para cenar algo ligero en el salón del Hotel Eurostars de Toledo

Deleite de rica fruta en este ambiente tan cálido y acogedor

Tras terminar algún capítulo más de “Drácula” de Bram Stoker, es momento de subir a la habitación y descansar. Mañana temprano llega uno de mis momentos favoritos en estos hoteles.

Disfrutando una buena lectura para relajarse y como colofón a un gran día

El Desayuno

Sí. El desayuno. Un momento mágico. Levantarse temprano por la mañana. Una buena ducha, y bajar a desayunar una amplia variedad de todo tipo de productos, dulces, salados, calientes, fríos, proteicos, grasos, cafés, zumos, agua, … y todo siempre apetecible y exquisito.

Desayunamos en la misma mesa en la que comimos el día anterior, dentro del salón del propio restaurante. Y nos disponemos a disfrutar del buffet libre del que consta este desayuno para reyes.

Impresionante. La mejor manera de empezar un día, en este caso, un domingo de retorno a casa en plena ciudad imperial.

Vista del salón del Hotel Eurostars de Toledo

Huevos revueltos, chorizos criollos, bacon, queso y chorizo para empezar el día con energía

Ricas frutas de todo tipo: sandía, kiwi, piña y fresas

Hay que probar de todo, así que vamos a por los churritos

Y también algún capricho. Miras estos bollitos y te están diciendo: ¡Cómeme!

Preciosa vista del salón del Hotel Eurostars de Toledo

Check-Out y Factura

Tras desayunar sosegada y relajadamente, disfrutando el momento sobre manera, repitiendo y probando todo lo que apetecía en el momento (¡prácticamente todo!), es momento de subir a la habitación, terminar de recoger las cosas, y realizar el check-out.

De nuevo, amabilidad total en la recepción.

Por último, en esta ocasión, lamento no compartir el coste final de la factura (excepto como se pudo ver y que sirva de manera orientativa, el menú tenía un precio de 30 euros, aunque desconozco si éste podía variar en caso de contar con media pensión como era el caso), puesto que se trató, como comentaba, de un regalo y no tuve que preocuparme del pago.

Un último vistazo al Hotel Eurostars Palacio Buenavista de Toledo con sus merecidas cinco estrellas

Y a Seguir

Cargando el equipaje en el coche, es momento de dirigirse en esta ocasión sí, y tras la exploración del día anterior, a uno de los céntricos parkings de la ciudad. Concretamente, dejamos el coche en el que hay junto al Alcázar, lo cual nos sirve para comenzar desde allí un último paseo antes de regresar definitivamente hasta Madrid.

Vista diurna del Alcázar de Toledo (palacio del siglo XVI)

Paseo similar al del día anterior, subimos por el Alcázar, observando de nuevo tantos y tantos escaparates interesantes con armaduras, navajas y espadas, hasta la Plaza de Zocodover, donde hacemos un alto para comprar los míticos mazapanes de la Confitería Santo Tomé, justo a la derecha del Arco de la Sangre.

Arco de la Sangre en la Plaza Zocodover. A su derecha los míticos y afamados mazapanes de Santo Tomé

Mostrador con todo tipo de mazapanes y dulces de la confitería Santo Tomé en Zocodover

De nuevo bajada hacia la plaza de la catedral para disfrutar por última vez de su majestuosidad, y revertimos los pasos, con algún alto para la compra de algún pequeño recuerdo.

Escaparate de una tienda de navajas y armaduras

Bonitas armaduras y tapices en el mostrador de otra tienda

Otra vista general de la fachada principal de la Catedral Primada de Toledo. La torre desafortunadamente en obras y con andamios. De estilo gótico, data del siglo XIII

Regresamos al parking a por el coche, y emprendemos el viaje de regreso, disfrutando de otra vista de la ciudad de Toledo, en esta ocasión en bajada, hasta dejar atrás un fin de semana maravilloso y para repetir.

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